Las causas de la obesidad son múltiples. Sólo relacionarlas con el consumo excesivo de alimentos y el sedentarismo sería minimizar la situación. Una de las causas que sigue acumulando evidencia científica son la exposición a disruptores endócrinos ambientales como factores epigenéticos.
Los disruptores endócrinos (DE) son sustancias externas que causan alteraciones en la función endócrina (hormonales) y en consecuencia efectos adversos en la salud de un organismo sano o en su descendencia.
Existen más de 80 mil químicos producidos desde 1950, y menos del 45% de ellos han sido testeados en humanos, lo que sería, sólo “la punta del iceberg” (OMS). Cerca de 800 productos químicos son capaces de interferir con los receptores de hormonas, síntesis y conversión hormonal.
Algunos DE son naturales como la genisteína (componente natural de la soja) y otros químicos: ftalatos, Bisfenol A(BPA), solventes, pesticidas, plaguicidas, nicotina, metales pesados, bifenilos policlorados, éter, etc. Muchos de ellos se pueden encontrar en el aire, en vertidos industriales, desagües, basurales, en la tierra donde se cultivan alimentos, en productos cosméticos y de aseo personal, aerosoles, esmaltes, pinturas, entre otros. No es posible establecer umbrales seguros ni tiempos de exposición en relación a cuanto pueden afectar.
La exposición humana se puede producir por ingestión, inhalación o contacto directo con la piel. Un informe de las Naciones Unidas da cuenta de ciertos problemas de salud en relación con estos perturbadores endócrinos, en especial la criptorquidia (ausencia de descenso de los testículos), cáncer de mama y de próstata, déficit de atención, problemas en el desarrollo del sistema nervioso.
Existen numerosos estudios en animales y humanos que relacionan directamente a estos DE con el incremento de la adiposidad, pudiéndose alterar la homeostasis lipídica, el peso corporal, la distribución de la masa grasa, pueden actuar potencialmente alterando la sensibilidad a la insulina, como así también alterar la regulación del apetito.
¿Qué estrategias existen para disminuir la exposición a estos DE?
La precaución como primera medida, en especial en neonatos y en niños en sus dos primeros años de vida.
- Evitar el uso de policarbonatos o polivinilos y poliestireno, en especial para el almacenamiento o calentamiento de alimentos y bebidas.
- Optar por plásticos seguros códigos 1,2,4,5, evitando el PVC, poliestireno y los ftalatos
- Usar chupetes y biberones de plásticos libres de bisfenol A. En el año 2012 en Argentina se prohibió la fabricación de éstos (esta sustancia la Unión Europea desde 2017 la considera “sustancia altamente preocupante”). Lo mejor es verificar con qué material están hechos.
- Evitar alimentos envasados con film PVC
- Evitar el calentar alimentos en envases plásticos en el microondas. Hacerlo en recipientes de vidrio templado o cerámica apta.
- Pelar las frutas y lavar bien las verduras. En lo posible, en niños consumo de verduras y frutas orgánicas.
- Disminuir el consumo de comidas enlatadas, muchas de ellas poseen un recubrimiento de bisfenol A.
- No beber líquidos en botellas plásticas expuestas al sol.
- Un estudio de la Universidad de Granada descubrió que los tickets de venta de supermercados y negocios, contienen una tinta con Bisfenol A, que no se ha podido determinar si la cantidad es suficiente como para producir alteración endócrina, pero sugieren no manipularlos, ni arrugarlos, ni ponerlos en contacto con alimentos frescos.
La responsabilidad de protegernos y proteger a las generaciones futuras, depende del trabajo mancomunado de todos y cada uno de nosotros.
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